Me ha parecido muy interesante el siguiente articulo:
El uso de las TIC en la educación ha marcado un antes y un después en la enseñanza y en la formación del profesorado.
La incorporación de las nuevas tecnologías a las aulas ha supuesto un aumento de recursos de investigación y consulta para el alumnado y el profesorado. Ahora tenemos todas las bibliotecas del mundo a nuestro alcance sin salir de la escuela. Así como, un aumento de recursos audiovisuales; del vídeo y del retroproyector hemos pasado a las páginas web. Además, un aumento de herramientas y recursos en las tareas de aula; de los textos fotocopiados, la puesta en común y debates en clase, hemos pasado a los blog de aula, discusiones en los wikis, los foros...
No es que se haya abandonado todo lo anterior, la pizarra y la tiza (o rotulador) siguen ocupando su lugar, pero ya no son las únicas herramientas. Hay un elemento nuevo en el aula: el ordenador, querido por unos y temido por otros; pero que no pasa desapercibido. Cuando los alumnos entran por primera vez en un aula y observan que hay ordenadores, siempre reaccionan de igual modo: ¿esos ordenadores son para nosotros? ¿aquí se da informática? Y en todas esas preguntas hay una expectación por lo novedoso. Y son ellos los que te demandan su uso. Claro está que estoy hablando del alumnado más joven del centro. El alumnado mayor, de la tercera edad, que suele ser el que forma la mayor parte de los grupos de alfabetización, reaccionan, por lo general, de diferente manera, con ignorancia o con recelo, ¿eso no será para nosotros? Esperando escuchar el no por respuesta. Sin embargo, cuando se inician en su uso son muchos los que se “enganchan al ordenador”.
Una de las consecuencias más significativas en cuanto a relaciones humanas es que ha servido para desdibujar más aún la línea que separa los roles profesor/ alumno.
En los centros de educación permanente de adultos hasta hace poco hablábamos de la figura del analfabeto funcional, estrechamente ligado al fracaso escolar, como aquel individuo que, poseyendo los instrumentos de lectura y escritura, por falta de hábito educativo pierde las habilidades culturales que había adquirido. Hoy hay que añadir un nuevo tipo de analfabetismo, el informático, y es ahí donde se rompe esa línea delgada y, a veces confusa, que separa al profesor del alumno adulto, ya que es muy frecuente que el alumnado joven posea un nivel informático superior al del profesor. En este caso el profesor puede reaccionar de dos formas:
a) Intentar reciclarse por su cuenta, ya que los cursos de formación informática que organiza el CEP para el profesorado de adultos no son muy abundantes, y junto con su alumnado aprender mediante ensayo- error, cruzando los dedos para que no ocurra un estropicio que ninguno sepa arreglar.
b) Seguir utilizando la tiza y las fotocopias.
Afortunadamente cada vez son más los profesores que están eligiendo la opción a) y se están subiendo al carro de la revolución TICnológica.
28 de mayo de 2008
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